Nada hacía presagiar que debería necesitar en algún momento a un especialista psicólogo para ver que pasa en mi cabeza. Solo sé que desde este último tiempo y con las cosas que me han acontecido en lo personal, he ido derrumbándome de a poco y no me había dado cuenta cuando un día, y pegado a la pantalla del computador, me quedé pegado por cerca de dos horas sin avanzar, sin mover los dedos, mientras mi mente trataba por todos los medios de hacer mover el cuerpo, este no reaccionaba. Simplemente se quedó pegado.
Durante los fines de semana me he dedicado a salir y a pensar que ha pasado con mi existencia y en qué me he podido quedar detenido y las razones por las cuales ya no tengo las ganas de querer hacer cosas, de querer escuchar música, de querer salir a caminar, de querer finalmente ser algo que ni siquiera sé que es. No creo que sea el desgaste pero, después de varias reuniones en donde simplemente no avancé nada, se hizo latente mi miedo de que algo desde hace mucho tiempo no quiere andar.
¿Críticas?, tengo, y muchas. Pero no hacia los demás sino conmigo mismo.
He peleado con las comparaciones muchas veces, con el profesionalismo de otros y muchas veces. Porqué no seré como ellos, me preguntaba igual que la canción de la cuncuna amarilla; qué los hace hacer las cosas tan fáciles, que hacen para lograr sus metas. Me he cuestionado inclusive mi labor de profesor: la eficiencia en mis clases, las planificaciones que hago, las clases que realizo, el dominio de grupo que manejo. No es algo que haya salido al azar, debió existir un detonante que haga que piense estas cosas. Y sería super fácil culpar a un curso que no se motiva, que no participa, que no tiene más espectro mental que su celular, por ejemplo.
La cosa es que por esto y por muchas cosas más que tengo inconclusas, la nave simplemente capotó y no sé hacia donde ir. Al menos aterricé relativamente bien; no veo dramas por fuera, quizás los daños sean internos. Veremos que sale.
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