Quienes somos de fines de los años 80 y comienzos de los 90 pasamos por esta situación. Pero para que esta situación funcione necesitamos de ciertas cosas: primero, una familia numerosa; segundo, una celebración (la que sea: cumpleaños, bautizo, matrimonio, titulación de algo, navidad, año nuevo); tercero, una radio que transmita en FM y que tenga tocadisco y tocacassette (estos ultimos, excluyentes); cuarto, mucho aguante y, quinto, pasarla bien a pesar de querer irte temprano. Estos 5 pasos -que perfectamente pueden ser más-, son los necesarios para tener lo que llamabamos "Fiesta familiar"; un convite que partía en la noche, se extendía forzadamente en la madrugada y que terminaba cuando gran parte de la familia se iba a dormir a donde fuera porque la casa es grande, pero las camas son pocas.
jueves, 10 de abril de 2025
Bitácora 27032025: No es tu culpa, Tio Tommy...
Así muchos nos criamos; al ritmo de la cumbia, de la salsa, de algún disco de onda disco, de melancólicas músicas folcloricas, de conversaciones con lengua traposa de nuestros adultos responsables, y la cara de nuestras madres de dos metros porque el marido se le "curó".
En lo personal, uno va forjando el carácter musical de dos maneras: a la fuerza, es decir, con lo que quieren que los adultos escuches, o bien por gusto propio después de escuchar a una banda y buscas música similar a esa banda o solista para complementar lo que te gusta de música.
A mi, las cumbias clásicas me gustan. ¿como no me va a gustar escuchar a la sonora palacios, a los viking 5?, me crié en una casa donde los gustos eran variados y de un gran "popurri" de éxitos, era inevitable no dejar a la cumbia de lado en esta ecuación pero, entonces, ¿que me causaba rechazo?
Fue lo primero que me pregunté cuando al escuchar cumbia antígua de pronto me daba un vacío en el estómago, sintiéndome incómodo y lleno de retorcijones debiendo partir a un espacio en donde pudiera soltar esa presión estomacal que me venía y que, pa' peor, no se detenía. Fue entonces que haciendo memoria, había cosas y situaciones por las que pasé en donde hubo cumbias y músicas de fiesta. Comencé entonces a ver donde podía esta el drama y lo descubrí: tener un padre alcoholico de fines de semana.
Esto partía de la siguiente forma: un sábado después de trabajar, mi padre se presentaba en la casa de mi abuela que estaba en el mismo terreno para almorzar después de media jornada laboral en la ferretería. Y solo bastaba un vaso chico de vino para comenzar a precalentar lo que se venía más adelante. Pero antes de eso, la hora de once, que debía ser medianamente contundente para poder después comer lo que se venía en la cena. Mi abuela, incansable cocinera y dueña de casa, preparaba carnes, arroz, ensaladas, las entradas, los postres, todo esto en una ecuación culinaria industrial que hacía ver la cocina como un gran escenario, un teatro de operaciones donde todo tenía que ser perfecto. Los hombres, pues se dedicaban a ordenar medianamtente el espacio, dejarlo habilitado para la cena y también de manera estratégica para el baile y continuar la jarana. Los niños, nosotros, bien bañados y a veces con rabia por parte de mi madre que ya venía con la mostaza revuelta producto de los tragos que se había tomado mi señor padre. Ella, ya traumada con el alcoholismo de su papá, no quería pasar lo mismo con su marido pero la tenía (y la siguió teniendo después) dificil entendiendo que el vicio estaba a un pasillo de distancia.
La cena estaba lista: gran cantidad de carnes, ensaladas y potes llenos de arroz y papas mayo. Vino y bebidas a destajo en la mesa para la carne; los menores, en "la mesa del pellejo" en donde el más mayor debía ser el intermediario de las ensaladas, el arroz y la carne para los primos y hermanos. Yo una vez conté dentro de esa casa a 40 personas y no me pregunten como era ese espacio lleno de aromas y olores. Es indescriptible. Finalizada esta acción, y entendiendo que aún quedaba cuerda, los niños se iban a jugar y los adultos se iban a conversar y a tomar un "bajativo", algo piola, como una piscola, o un cognac cola, o una cuba libre, o seguir con vino pipeño. Y es en este punto donde aparecen flashes: un abuelo ya medio curado, una abuela que le vale 3 hectareas lo que pasa porque está cansada de tanto cocinar, una tía (de varias) lavando los platos sola, familias y familias llegando a la casa, las sillas que ya se hacían pocas, una madre con cara de trasero y queriendo irse pronto de ese lugar y un señor padre, ya con copete en el cuerpo, jugoso y sentimental.
A mi, esa sensación me causaba miedo. ¿donde podía ir a refugiarme si todo estaba lleno?, ¿Donde me podía esconder de las insistentes veces que me llamaba mi papá para bailar con una tía o con una prima esa cumbia que ya no soportaba?, ¿como hacía para que mi mamá dejara de tener esa rabia y pena?, ¿en qué momento esa sensación de mierda se terminaría? Irme a las piezas del fondo. Estaba llena de abrigos, carteras y entremedio una guagua media olvidada que comenzaba a llorar producto del ruido, y que su madre aparecía para poder hacerla callar. La única opción era la mini casa de bien al fondo, y si bien la musica se escuchaba menos, el zumbido de las abejas al pasar por ese pasillo oscuro me daban la sensación de meterme a la boca de un lobo. De no ser por ese aguante de presión tan intenso dentro mío, quizas no llegaba a esa pieza y probablemente me habría puesto a llorar, pero lo hacía en silencio, como siempre. Me secundaba mi hermano que ya venía dormido con mi madre y su cara de "voy a matar a este animal" y detrás mi padre que no entendía pelotas el porqué mi madre se había ido tan luego (si, papá, las 4 de la mañana... que descriterio). Y ya no era la música, era la rabia acumulada de una mamá que no quería a su marido así y en donde los gritos y los llantos quedaban regsitrados en la cara de un padre que con trago en el cuerpo no entendía nada y que al mirarme acostado me decía "que eres fome", invitándome a bailar cuando lo que menos quería era eso y que terminara ya ese vacío estomacal horrible, una sensación de fatiga mezclada con angustia... que aún se presenta de cuando en vez cuando las cosas no resultan como uno quiere.
Y de fondo, se escuchaba el "que los cumplas feliz", o el "navidad, navidad, hoy es navidad", o quizás se escuchaba "el galeón español", o "la parabólica", o "el pipiripau", cantadas melodiosamente por el vocalista de una banda como La Sonora Palacios, donde el conguero principal llamado Patricio Zuñiga, de registro barítono (¿si?) y un tanto nasal, repicaban por los parlantes de esa casa, junto con los Viking 5, bandas folcloricas y de música disco que sonaban por ese parlante.
Tio Tommy, sé que no es tu culpa. He disfrutado tus cumbias y tus malambos, y tus boleros ahora de más viejo, cuando a veces inunda un poco la nostalgia de otros tiempos, de querer poder disfrutar y pasarla bien de vez en cuando, sin esa presión social de tener que embriagarme, de fumar hasta saber a cenicero, de borrarme como lo hacían los antíguos y muchos otros más. Pero, lamentablemente, mi espacio de tiempo con tu música me trae a veces esos recuerdos amargos que quiero pasar por alto y que a veces ese quejumbroso niño interno me hace recordar. No, Tio Tommy, no es tu culpa y bien lo sabes. Sacrificaste mucho en tu vida para que alguien venga y diga que tu música solo trae malos recuerdos, no. Y si bien suena muchas veces a reproche, dejame decirte que no es nada de eso. Al contrario, siempre te agradeceré haberlo dado todo, siempre. Quizás con el tiempo logre disfrutar de esos rítmos que ahora son herencia del país, de una cultura y de muchas generaciones.
No es tu culpa, Tio Tommy.
KFP
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